Una de las áreas más afectadas por la rutina es el área sexual. Cuando la rutina afecta esta área, se lesionan las emociones del matrimonio y la pareja tiende a separarse emocionalmente. Es simple advertir en qué momento la vida íntima se ha vuelto aburrida: las relaciones son menos frecuentes, y cuando se tienen es por compromiso. Esto es síntoma de que la rutina se instaló hasta en la alcoba. Debido a que hay miles de terminaciones nerviosas en el ano, la estimulación puede prosperar y también acentuar la experiencia orgásmica, así como abrir el cuerpo para percibir placer de múltiples formas. Si bien no todo el planeta se siente cómodo con el masaje anal interno, puede ser una experiencia intensamente satisfactoria y liberadora, singularmente entre amantes que están familiarizados con el cuerpo del otro. De qué forma interactúas con los demás depende de quién es el otro. Por ejemplo en el momento en que te ves obligado a charlar con una ex pareja, de inmediato puedes sentir un sabor amargo en la boca y te conviertes en frío, brusco y cortado en tu conversación. Sin embargo, un minuto tras esa conversación aparece un nuevo prospecto de pareja y se te escucha una voz con un tono cordial, afable, y melódico. Unas personas te quitan energía, y otras te pueden cargar las baterías. Sentirás la diferencia inmediatamente. Es tal y como si alguien accionó un interruptor de la luz encendido/apagado. Muchos hombres y mujeres se han hecho adeptos a esta sobreerotización, y sus conductas sexuales han sido modeladas por esta cultura de sobreestimación y sobreexcitación sexual ligada a emociones fuertes e imágenes sensuales. Es una sexualidad alimentada por el lado negativo, que nos aliena de nosotros mismos. Creo que por esto muchas personas necesitan tanto de estímulos sexuales que vienen de afuera para poder marchar en lo sexual.
Debe caer donde sea segura y erótica
El Ojotuno contaba que tuvo una pareja que cuando estaban en mitad de una cena romántica, le acostumbraba a rogar que, por favor, no le dejara jamás por una chica de compañía más joven. O cuando paseaban por la playa gozando de su mutua compañía tenía la costumbre de suplicarle que no le fuera infiel con otra mujer. Lo raro es que, y aquí se descubrió el asunto, tiempo más tarde, esta chica de compañía erró eligiendo el destinatario a la hora de enviar un correo electrónico. En lugar de mandarlo a una cómplice íntima aterrizó en la bandeja de entrada de su prometido. El Ojotuno pudo leer perplejo cómo estaba planificando serle infiel con un compañero. Cinismo elevado a la enésima potencia. Por eso cree el ladrón que todos son de su misma condición; no puedes estar dando la tabarra todo el día a tu pareja para que no te ponga los cuernos y después hacerlo tú por la espalda. El Ojotuno que destacaba por ser más bueno que el pan integral sin cortezaperdonó el descuido pues estaba profundamente enamorado de ella. Aunque la relación se desbarató definitivamente meses después, cuando dejó de idealizarla y se fue topando de bruces con la cruda realidad: no le convenía. Y es que hay gente que tiene una entrepierna que semeja un vagón de metro porque de sus genitales entran y salen pasajeros con demasiada sencillez.
El poder de la contención
Ahora bien, con el movimiento segundo de la vulneración, el hombre se aproximó al animal. Vio en el animal lo que escapa a la regla de la prohibición, lo que continúa abierto a la violencia (esto es, al exceso), que rige el mundo de la muerte y de la reproducción. Según parece, esa concordancia secundaria entre el hombre y el animal, ese movimiento de rebote, correspondió a la humanidad de las cuevas pintadas, a ese hombre completo, semejante a nosotros, que sustituyó al hombre de Neandertal, próximo aún del antropoide. Ese hombre nos dejó las maravillosas imágenes de animales que nos son familiares. Pero muy raras veces se representó a sí mismo; y, cuando lo hizo, fue disfrazado, escondo, por decirlo así, bajo los rasgos de algún animal cuya máscara llevaba puesta. Al menos, las imágenes humanas más claras tienen ese carácter que las hace extrañas. La humanidad debió tener vergüenza, no como nosotros de la bestialidad inicial, sino más bien de sí. Y la humanidad no ha reconsiderado esas esenciales decisiones tomadas en un primer movimiento. El hombre del paleolítico superior sostenía la prohibición vinculada con la muerte, y proseguía enterrando los cadáveres de sus seres más cercanos; por otro lado, no tenemos ninguna razón para suponer que ignorase la prohibición sexual que indudablemente el hombre de Neandertal ya conocía (la prohibición que cae sobre el incesto y el horror de la sangre menstrual son el fundamento de todos nuestros comportamientos). Mas la concordancia con la bestialidad excluía la observación unilateral de esas prohibiciones; sería difícil introducir entre el paleolítico medio, tiempo del hombre de Neandertal, y el paleolítico superior (donde se introdujeron creíblemente esos regímenes de vulneración que conocemos al unísono por las costumbres de los pueblos anticuados y por los documentos de la antigüedad) una diferencia precisa de estructura. Estamos en el ámbito de la hipótesis. Mas podemos meditar de manera coherente que, si los cazadores de las grutas pintadas practicaban cosa admitida la magia simpática, tuvieron al tiempo el sentimiento de la divinidad animal. La divinidad animal implica el acatamiento de las prohibiciones más viejas, al unísono que una vulneración limitada de exactamente las mismas, análoga a la que se verificó después. Desde el momento en que los hombres poseen una cierta concordancia con la animalidad, entramos en el planeta de la vulneración. Al formar, en el mantenimiento de la prohibición, la síntesis del animal con el hombre, entramos en el planeta divino (el planeta sagrado). Ignoramos las formas que pusieron de manifiesto ese cambio, ignoramos si se practicaban sacrificios,2 sabemos poquísimo también sobre la vida erótica de esos tiempos lejanos (debemos limitarnos a refererir las frecuentes figuraciones itifálicas del hombre); pero sabemos que ese planeta naciente era el de la bestialidad divina y que, ya desde su origen, debió ser desequilibrado por el espíritu de la transgresión. El espíritu de la transgresión es el del el blog animal que muere, el de ese el blog cuya muerte anima la violencia. Es un espíritu de vulneración limitado por las prohibiciones que recaen sobre la humanidad. Las prohibiciones no afectan en modo alguno ni a
En pie, empezamos por realizar un roce superficial
A mí no se me ocurriría jamás grabar reportajes sobre gaviotas o sobre la liturgia ortodoxa, tal y como hizo mi padre ya antes de consagrar su escaso talento a un cine exento de esa beatitud insoportable. Con el tiempo, un siquiatra inteligente deja de lado la motivación de la cultura, como factor determinante de las conductas, para concluir que la genética basa hechos tan elementales como la manera de coger la escobilla del retrete o bien esa personalidad libidinosa que deja a ciertas prostitutas de Booley Max sentarse a horcajadas nada más entras por la puerta. Huelen el dinero con un olfato de hurón, pese a la compilación de rinoplastias que gobiernan sobre sus labios butolíticos.
Án me dejó con el corazón roto. Yo pensaba que jamás sería capaz de recobrarme de esta situación, todo era tan complicado… y mis sentimientos tan dolorosos. Mas, poquito a poco, el dolor fue remitiendo, comencé a salir, a conocer nueva gente, y un día, por un chat, conocí a Ramón. Tardamos unas semanas en conocernos, mas como vivíamos en urbes próximas, al final nos arriesgamos. Ramón resultó ser el chico ideal para mí, y desde ese momento estamos juntos. Si Iván nunca me hubiese dejado, no lo hubiese conocido, conque en cierta manera, le estoy agradecida. Mi discreción, elegancia y educación, me convierten en la acompañante perfecta en tus cenas, asambleas o bien viajes, puesto que sé adaptarme a cualquier situación social, y tú serás el hombre más admirado de la velada.
¿Quieres estar conmigo? Telefonea a mi agencia y pregunta por mí. Probablemente, cuando marches de mi lado, no te quedará fantasía alguna por cumplir. Te espero. Todos conocemos las palabras que se dicen en el primer periodo del enamoramiento, la mayoría absurdas cuando las recordamos, mas ¿cómo y cuánto cambian los sentimientos en el convivir diario? El lenguaje de los enamorados, además de una marcada tendencia a la hipérbole, también está inclinado a la retórica con el objetivo de dar al lenguaje eficiencia para recrear, convencer o conmover. Igualmente hay siempre y en todo momento exuberancias de palabras sobre la perennidad del amor, como leemos en esas frases que se ponen al final de las cartas de enamorados: Hasta que la muerte nos separe, Tuya para siempre Te amaré eternamente o bien Jamás me olvidaré de ti. Sin duda, los enamorados tienen una idea muy mística de la eternidad y no han leído esas estadísticas deprimentes sobre el porcentaje de separaciones.